José Gómez Caffarena, filósofo del sentido y del misterio.
In memoriam
Luis Armando Aguilar Sahagún
[Instituto de Filosofía/IFFIM]
El tao que puede expresarse no es el verdadero Tao.
Lao-Zi
El 5 de febrero del presente año falleció este gran filósofo español. Deseo compartir algunas palabras con el propósito de invitar a conocer el pensamiento de este pensador, todavía, me parece, muy poco conocido en el mundo filosófico de nuestro país. Nacido en Madrid en 1925, el jesuita Gómez Caffarena fue profesor de Metafísica y Filosofía de la Religión en la Universidad Pontificia de Comillas y, como presidente de una comisión de jesuitas para el estudio de la increencia, contribuyó en 1967 a la fundación del Instituto “Fe y Secularidad”, del que fue director entre 1972 y 1986. Impartió cursos en la Universidad Gregoriana de Roma y en diversas Facultades españolas y latinoamericanas. Entre sus numerosas publicaciones se encuentran el ciclo que forman Metafísica fundamental, Metafísica trascendental y Metafísica religiosa, aparecidas entre 1969 y 1973. Sólo la primera ha sido reeditada en 1986. También son dignas de mención El teísmo moral de Kant (1984) y La entraña humanista del cristianismo (1987). En el año 2007 apareció, publicado por la Editorial Trotta, su obra El enigma y el misterio. Una filosofía de la religión. Es sin duda una “suma de su pensamiento” y también, creo, de una filosofía de la religión puesta al día.
En el año de 1989 tuve la oportunidad de viajar a Madrid y de contar con el gusto y privilegio de conocer al P. Gómez Caffarena. Por medio de algunas publicaciones del Instituto “Fe y Secularidad”, así como por medio de artículos de la revista “Fe y razón” que él dirigió por un tiempo, había tenido un primer contacto con este pensador. Me recibió de manera muy cordial y conversamos un par de horas, en esa ocasión, según puedo recordar, sobre el temas de Ética y Filosofía de la religión. Sobre la Ley natural como fundamento de la Ética Gómez Caffarena mencionó un texto de la Carta a los Romanos de San Pablo, en la que alude al conocimiento que tienen los paganos de la ley de Dios “escrita en su propio corazón”. Gómez Caffarena confesó ser kantiano, lo que resultaba sorprendente. Años más tarde entendí porque se oponía a una concepción demasiado cosmológica de la ley natural, y encontraba mayor afinidad en la Ética kantiana con la enseñanza moral del Evangelio de Jesús de Nazareth. También tuvo la amabilidad de obsequiarme dos pequeños libros sobre el lenguaje sobre Dios y La razón y Dios que hasta la fecha utilizamos en los cursos de Reflexión filosófica sobre Dios. Durante años recibí de forma gratuita las memorias del Seminario anual sobre el Fenómeno Religioso, que por aquella época dirigían José Luis L. Aranguren y Gómez Caffarena. La gran probidad y honestidad intelectual de este hombre iban de la mano de una generosidad. Recuerdo haberle preguntado si no pensaba publicar un texto de filosofía de la religión, además del que había redactado, en colaboración con Juan Martín Velasco, bajo el título “Fenomenología y filosofía de la religión” editado por la Revista de Occidente. Su respuesta fue: “no creo que la vida de para eso”. Resultó muy grato constatar que, casi 20 años después, la vida sí le había dado para lograr poner punto final a “El enigma y el misterio”.
El comienzo de la filosofía está en el asombro. Esta constatación de Aristóteles es ratificada por Gómez Caffarena. En el asombro, la realidad se nos presenta de forma enigmática, y el gran enigma para los humanos, somos nosotros mismos.
A la raíz de las religiones, esos “ejercicios culturales” de la humanidad, también está el asombro. En este sentido filosofía y religión tienen una raíz común.
La religión pudo originarse como una reacción frente a fenómenos naturales que nos aterran. Gómez Caffarena piensa, sin embargo, que el sentirnos vitalmente concernidos pudo ir acompañado de una conciencia oscura del propio enigma constitutivo que somos. El hombre buscó, por instinto de sobrevivencia, no ser avasallado por las fuerzas de la naturaleza. Pero ésta era también el “resonador inmensamente complejo de los propios afanes”. En ella se intuyeron claves que iluminaran y salvaran al enigma que somos. Quizá lo que se deja entrever desde el enigma sea un misterio último. Ante él, se desarrolló una actitud más adorativa que interesada. Aquí se preludia ya lo que define propiamente a la
religión: adoración del misterio y búsqueda de salvación.
El asombro ante el hecho religioso es el inicio de la filosofía de la religión. “¿Cómo no sentir asombro –se pregunta Gómez Caffarena- ante tantos gozos y sufrimientos, ante tantas angustias que han buscado aliviarse en los densos símbolos religiosos, y más todavía, ante tanta esperanza que se ha expresado tozudamente en ellos, tejiendo la “historia de sentido de la vida”, capítulo el más estremecedor de la milenaria historia
humana?”
Con un talante indagador, crítico radical, que no dio por fracasada la empresa de la metafísica en su búsqueda de un fundamento último, Gómez Caffarena elaboró un pensamiento muy matizado, respetuoso de todas las tradiciones religiosas y en diálogo con las corrientes de pensamiento clásicas y contemporáneas.
Resulta significativo que, entre los epígrafes de su última obra, además de Camus y Kant se encuentre esta frase de Lao-Zi: El tao que puede expresarse no es el verdadero Tao.
Gómez Caffarena no ocultó su fe como católico:
“Soy un creyente cristiano – confiesa en el prólogo de la obra mencionada-, insatisfecho con el enfoque tradicional escolástico que llamaba en ayuda de la fe a la filosofía, prefijándole unas tareas auxiliares en relación con Dios. La filosofía sólo es auténtica si es libre. Busco salvaguardar esa libertad y, filosóficamente, buscar una posible iluminación humana del misterio que atisban las tradiciones religiosas humanas.”
Esa libertad se encuentra y es preciso reivindicarla para todo ser humano. “Afortunadamente escribe Gómez Caffarena- la filosofía no se identifica con la suma de sus formas académicas. El filosofar es profundamente humano, al alcance de cualquier persona suficientemente madura; y algo que hacemos todos los humanos cuando tomamos conciencia con asombro del hecho de nuestro existir y nos preguntamos por su “sentido”.
Todo los humanos filosofamos a veces, mejor o peor. Quizá también, todos tenemos ya, aunque sea muy implícita, una cierta estructura de principios a la que acudimos para intentar responder con coherencia a nuevas preguntas.
Una filosofía de la religión que se enfoca sobre el monoteísmo busca reflexionar filosóficamente sobre la plausibilidad filosófica de la fe en Dios. No más. Tampoco menos.
La fe en Dios que abre la esperanza humana. Junto con Immanuel Kant, quien pensaba que la balanza de la razón apunta “esperanza de futuro” (Sueños de un visionario…) fue el marxista judío Ernst Bloch otro interlocutor privilegiado del jesuita español. No sin razón, dada la inquietud de Bloch por recuperar el sentido de la esperanza como motor de la historia y de la búsqueda de sentido.
En un homenaje póstumo escrito por Manuel Fraijó, catedrático de filosofía de la Religión de la UNED en forma epistolar, se citan dos textos, que resultan altamente significativos. Uno, escrito por otro filósofo español, Eugenio Trías, muerto también recientemente. En él Trías alude a la muerte como “el inicio del más arriesgado, inquietante y sorprendente de todos los viajes”. El otro es del mismo Gómez Caffarena, con el que cierra su obra El teísmo moral de Kant: “En su secular esfuerzo moral, y pese a sus fracasos, la Humanidad se merece que no sea fallida su esperanza: se merece que exista Dios.” Xavier Muguerza, otro gran filósofo español había expresado en el prólogo a una obra colectiva dedicada al pensamiento de Kant: “Quizá no podamos saber con seguridad que Dios existe, pero Gómez Caffarena merece que exista Dios.” Estos textos son una muestra de la huella que dejó este pensador aún en quienes no compartían la fe cristiana o teísta.
Gómez Caffarena encuentra en las “vivencias de sentido” y las vivencias de esperanza” las bases existenciales sobre las que es posible hacer desarrollos racionales hacia Dios, las así llamadas “pruebas” de su existencia. Fraijó titula su carta de despedida: “Jose Gómez Caffarena, vivencia de esperanza”.
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