Argumento:
La
caída de los referentes en el mundo contemporáneo
La
modernidad, desde el siglo XV, impuso un proyecto que tenía como
finalidad otorgar al hombre una racionalidad que lo llevaría a su
madurez: ¡Sapere
aude!
Con esta sentencia se daba un paso: entender la “crítica” como
herramienta y virtud universal. Con esto, la Ilustración sepultaba
dos referentes: Dios y el Estado. La modernidad le había dado al yo
su
autonomía y la capacidad de auto-referenciarse: yo
soy yo.
La posibilidad de que el hombre pudiera reconocerse como un ser
pensante y que no tenía más que depender de otro, le daría a este
la posibilidad de convertirse en legislador; el deber ser nacería
por primera vez del espíritu mismo del hombre.
La
relación entre saber y verdad se fue proyectando con el paso del
tiempo en el desarrollo científico, el cual hizo que todo saber
fuese sostenido por un especialista. De ahora en adelante, todo
requeriría de una certeza, la cual daría el psiquiatra, el médico,
el pedagogo, el sexólogo, etc. Sin embargo, el ideal de la
auto-referencia se ha visto cuestionado, y si el proyecto de la
modernidad se truncó o fue un mito, todavía es tema de discusión.
Independientemente de ese debate, la subjetividad nos ha mostrado que
el campo al que había quedado reducido el sujeto, que era el de la
cotidianidad, está agujereado. Tanto el discurso especializado como
el del sentido común, se vuelven unarios:
“Yo sólo digo que cuando utiliza una definición unaria, está
empleando en realidad una des-finición, en cuanto que de-fine; esto
es, impide el fin, imposibilita la conclusión…”. (Dufourt, 2006:
26). Esto lo podemos ver desde las burlas a un Presidente, que se
pone las calcetas al revés y que después busca aclarar lo sucedido,
hasta el hecho de que utilice la palabra Calcetagate.
En ambos momentos podemos identificar lo unario. Solamente es
importante aclarar que lo unario no se reduce al hecho mismo, sino
que los hechos muestran un deslizamiento que se puede encontrar en un
personaje –como es el Presidente– al que se le ha criticado por
tomar decisiones sin sentido. Este no saber conducirse en lo
cotidiano muestra una locura que antes no se había visto.
El
siguiente trabajo tiene como finalidad analizar la relación entre lo
unario
y
lo que se ha denominado psicosis
fría.
Es por eso que me interesa abordar el tema de la subjetividad, la
locura y lo cotidiano; curiosamente un ternario anti-dialéctico que
aparece en el hombre contemporáneo. Los autores propuestos para el
siguiente trabajo son Heidegger, Freud, Lacan y Dany Robert Dufourt.
La
paranoia como lazo social Riesgo,
atribución y conspiraciones
Una
regla no escrita de la psicología es que el diagnóstico clínico
debe limitarse al caso desviado, al sujeto identificado como paciente
ya sea por sus amigos, familiares o él mismo. La psicopatología es
una disciplina que, obstinada en los signos y síntomas, limita la
locura al ámbito de lo individual. Esta regla es difícil de
superar, sobre todo si asumimos la verdad absoluta de los discursos
provenientes de la psiquiatría más ortodoxa. A pesar de la
oficialización de la locura como un fenómeno del sujeto, una mirada
atenta nos permite observar que en realidad, la locura permea las
relaciones más cotidianas. Diversos autores plantean las
dificultades de entender el lugar que guarda el sujeto ante las
complejidades y aperturas de un mundo dominado por la economía
neoliberal y los medios de comunicación, utilizando términos
operativos como posmodernidad (por ejemplo, Lyotard o Bauman),
identidad (Maffesoli), neoconservadurismo (Urdanibia) la nueva
democracia (Dufour) o estructuración (Giddens). Tal variedad de
análisis no muestra otra cosa más que las dificultades de anclar el
lugar del sujeto a un lugar fijo dentro de un entramado social.
Por
supuesto que estas dificultades no son gratuitas y el campo de la
psicopatología no se libra de ellas. Ya no podemos sostener la idea
de la locura como una afección meramente individual, sino que
podemos ver que personas que no están clínicamente locas participan
en juegos de paranoia y delirio “organizado”, extrañamente
funcional. Aunque hay cualquier cantidad de críticas al concepto de
locura como una afección del sujeto individual, no nos centraremos
en ellas sino en un análisis de la locura como una forma de lazo
social, particularmente la paranoia y sus fórmulas de creación y
concepción del riesgo en los escenarios de la sociedad comunicada.
Usaremos como referente empírico las teorías de la conspiración.
Para esto acudiremos a algunos modelos teóricos que surgieron en
épocas distintas pero que en conjunto nos dan herramientas para
entender la manera en cómo se organiza la paranoia y la percepción
del riesgo para permitir una forma organizada de delirio usando como
punto de partida las teorías de la conspiración.
Inicio:
Sábado 24 de octubre
Horario:
16:00 a 19:00
Costo:
El
seminario tiene un costo de $2,500.00
Preinscripción:
$2,000.00
Se
entregarán constancias de participación con valor curricular al que
cubre una participación del 90% del curso.
Descuento
a grupos:
Se
ofrece descuento a las personas que se inscriban en grupos
Grupos
de 3 personas
Inversión:
$1,750.00 c/u
Grupos
de 5 o más personas
Inversión:
$1,250.00 c/u
Informes
e
Inscripciones:
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de Filosofía, A.C.
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